Como todos, nosotros también deseábamos tener un mes completo de vacaciones, pero este año hemos podido tomarnos sólo cinco días, y es lo que hemos aprovechado para conocer una parte de Galicia.
En este artículo, historia larga, hecha corta, lo que encontrarás es la cronología de nuestro viaje, los sitios que decidimos visitar, nuestras sensaciones y algún que otro dato que pueda servirte para cuando decidas hacer una ruta por Galicia.
De todas las posibilidades que teníamos para recorrer una parte de Galicia, elegimos sitios de interés y pueblos costeros del noroeste de la península ibérica. Algunos de ellos pertenecen a la reconocida Costa da morte, otros son pueblos fronterizos con Portugal.
Nuestro viaje comenzó en Valencia y la intención fue ir lo más al norte que íbamos a llegar para hacer un viaje en descenso, y así, no tener que ir y venir, pasando varias veces por lugares ya visitados.
El trayecto entre Valencia y Camariñas es un viaje de casi diez horas, por lo que decidimos parar en el camino para probar un restaurante que teníamos ya mucho tiempo queriendo visitar, La Bodega el Capricho.
Camariñas
Una vez terminamos de comer y hacer la sobremesa, partimos hacia el primer pueblo gallego de nuestro viaje,Camariñas.
Nada más llegar al hotel, preguntamos por el tiempo que nos costaría ir hasta el Faro de Finisterre, un sitio para mí muy simbólico. La sorpresa fue cuando con evidente sentimiento lugareño nos recomendaron visitar el Cabo Vilán, donde encontraríamos un faro según nuestro anfitrión, “Mucho más bonito que el de Finisterre”.
Así que allí nos fuimos, cansados y con muchas horas de viaje en el cuerpo, cogimos de nuevo el coche para visitar este hermoso lugar. ¿La verdad? Todo un acierto.
Una vista hermosa de la costa, con una imponente faro que da espalda al pequeño faro del que tuvieron que deshacerse porque no se veía bien desde mar adentro.
De este sitio, nos contó la dueña del restaurante en el que comimos esa noche, que tras la muerte del farero, su mujer se quedó a cargo del trabajo.
Ella y sus hijos vivieron allí hasta que el ayuntamiento les pidió desocupar el sitio. A día de hoy, esta señora continúa subiendo a su faro a diario. Es una pena no haberla encontrado o tenido el tiempo para buscarla y que me contara su historia.
De Camariñas, pudimos disfrutar de su pequeño puerto y rica gastronomía. Esa misma noche cenamos en el restaurante Playa de Camariñas, un lugar en el que por primera VEZ vimos navajas vivas, y en el que a pesar de estar lleno, te atienden como si sólo estuvieras tú.
Muxía
A la mañana siguiente, partimos a Muxía, un pueblo a unos kilómetros al sur. Tras cruzar varias montañas costeras, entre una vegetación verde y salvaje, llegamos a ese pueblecito pesquero.
Se nota que habían estado de fiestas, personas del ayuntamiento retiraban redes pesqueras de los techos de las casas del casco histórico. Por sus calles se ve y escucha cómo las gaviotas son parte del paisaje, en ocasiones el sonido es ensordecedor.
Sin quererlo, callejeando llegamos al cementerio del pueblo, en donde un hombre mayor nos recomendó atravesar un estrecho callejón que nos llevaría al Santuario de Virgen A Barca.
De cara al océano, allí está, de piedra. El paisaje es amplio, y en un mismo sitio puedes conocer el faro de Muxía, el santuario de la Virgen A Barca y el Monumento Prestige.
Dada la vuelta entera a Muxía, emprendemos viaje al fin del mundo, el Faro de Finisterre.
Finisterre
Con una idea muy romántica, estar en Finisterre me hace irme al lugar en tierra más cercano a América, de donde vengo, y donde conservo personas muy importantes. Por lo que estar allí, además de una demanda turística, era también una demanda nostálgica.
Allí donde se termina el agua, y mi vista no alcanza, está mi hogar. Paradójicamente, en dos sitios, ese que no alcanzo a ver y siento con fuerza, y este en el que estoy de pie y me hace existir.
En pleno agosto, es difícil poder pedirle a un sitio que esté esperándote solo a ti. Por lo que visitar Finisterre en esta época lo hizo mucho menos íntimo que seguramente en una semana de enero.
El paisaje nos recibió para mostrarnos su lado amable, su cara bonita, pero no debemos olvidar que esta costa es bien llamada Costa da morte, y en la que se presentan fuertes tormentas que amenazan embarcaciones y causan naufragios.
Y aunque no nos dio tiempo de hacer esa ruta, la de los naufragios, es algo que nos queda pendiente para otra visita a Galicia.
Huyendo del turismo de masa de Finisterre, nos fuimos a Combarro, un pueblito a 138km de donde estábamos.
Combarro
Este pueblito entró en el itinerario de viaje, porque era fácil encontrar en sus calles los famosos hórreos, una especie de despensa aérea para la conservación de los alimentos lejos de los animales y la humedad.
Sin embargo, una vez más, la masificación y el turismo de verano jugó en nuestra contra, por lo que después de por fin encontrar sitio para aparcar y comer, dimos una pequeña vuelta al puerto y salimos prácticamente corriendo de allí.
Cogimos el coche y continuamos yendo hacia el sur, esta vez, decidimos irnos al lugar que sería nuestro campamento base las siguientes dos noches, Baiona.
Baiona
¡Ay Baiona, que bonita eres!
En Baiona, quiero recomendar el sitio en el que nos quedamos, se llama Casa do Marqués. Es una casa antigua familiar en la que han habilitado sus ocho habitaciones para recibir huéspedes. Este sitio está muy bien ubicado, puedes ir andando a la playa, al casco histórico, al paseo del parador y en el otro sentido, a Sabarís. Su dueña es muy amable, explica y recomienda sitios de interés, y el desayuno está muy bien pensado y muy rico.
Dicho esto, te cuento lo que hicimos en Baiona y sus alrededores.
Decidimos quedarnos dos noches allí porque Baiona es un punto desde el que te puedes mover a muchas zonas bonitas de Galicia del sur, sin necesidad de cambiar de hotel.
Tenemos una amiga que es de allí, y nos recomendó todo lo bonito de su pueblo, así que: visitamos el precioso Faro Silleiro, ese el típico faro que te imaginas con sus rayas blancas y rojas, en una colina muy verde y de cara a la inmensidad del océano.
Muy cerquita de allí, visitamos las ruinas militares, Batería militar J4, en las que se puede ver todavía un cañón, sitio construido después de la Guerra Civil, para custodiar la Ría de Vigo y Baiona. Este lugar fue utilizado por última vez durante el desastre ecológico del Prestige en el año 2002.
Durante este mismo día, visitamos el Mirador de Cortellino, desde donde si hace buen día, dicen que se puede ver hasta Finisterre, pero claro, Galicia es Galicia. Tener la suerte de visitar este mirador durante un día en el que la visibilidad sea tan buena, es tener mucha suerte.
Sin embargo, nosotros pudimos alcanzar a ver hasta Vigo, un paisaje muy bonito, fresco, rodeado de un clima agradable, ¿Llevar sudadera en pleno agosto? ¡Un absoluto lujo!
Quienes conocieron este lugar antes del 2006, pudieron ver una pinada verde y extensa, pero por esa fecha -nos contaron- hubo un gran incendio y la vegetación cambió. Ahora parece una zona mucho más desértica, y de vegetación baja. Aún así, el ganado salvaje se pasea por allí, atraviesa la carretera y los caballos pastan muy cerca de ti mientras que visitas el mirador.
A pesar de estar en pleno verano, tuvimos la oportunidad de poder disfrutar de este sitio en soledad. ¡Un placer!
También pasamos por la Virgen de la Roca, que se encuentra saliendo de Baiona, camino al Mirador, paramos, la conocimos, y bien que ha estado, pero al no ser muy devotos, pues ha sido una visita de cultura general. Por cierto, para quienes sean creyentes, nuestros sinceros respetos.
Por supuesto, caminamos por las calles del casco antiguo, disfrutamos de las actividades del verano e hicimos alguna que otra compra nerviosa, para no perder la costumbre.
En esas callecitas, nos encontramos con una heladería que nuestra amiga nos había recomendado, y de verdad, si van a Galicia, tienes que probar, se llama Bico de Xeado, y su sabor a dulce de leche, es para repetir.
Y por último, en Baiona, aunque no lo hicimos el mismo día, es un paseo que se puede combinar perfectamente con todo lo que te hemos contado de este lugar. La vuelta al parador es relajante, bonita, no es forzada, y en media hora la tienes completada.
Unas vistas hermosas, una brisa marina relajante, mucha actividad deportiva, un plan que nosotros hicimos de buena mañana y que para quienes no quieren perder el ritmo deportivo, pueden combinar con el paseo por el puerto para conseguir una ruta fresca y muy agradable.
Finalmente te vamos a contar el paseo que concentramos en un día hacia lo más sur de Galicia, y fue la visita de A Guarda y Tui.
La verdad es que en un día puedes aprovechar de hacer mucho más que nosotros, pero el cuerpo nos pedía relajarnos, y tras ir a estos dos pueblos, decidimos volver y relajarnos en la playa un rato y después en la terraza del hotel.
A Guarda
A Guarda es un pueblo situado a 59km de Baiona siguiendo la costa. A tu izquierda verás caseríos, pueblos, montañas. Y a la derecha el inmenso océano y un camino pintado sobre la calzada en amarillo para que los peregrinos del Camino de Santiago portugués sepan por dónde pueden ir hasta llegar a Baiona.
A Guarda o La Guardia, es un pueblo de pescadores con un desnivel muy abrupto, así que si no eres de moverte mucho, piensa bien dónde vas a aparcar para no tener que subir luego una buena cuesta.
Al nivel del mar, como no puede ser de otra forma, está el puerto, pequeñito y muy bonito. El espigón es de concreto y está dibujado con animales marinos. Durante nuestra visita el mar estaba bastante tranquilo, sin embargo, hay fotos de cómo revientan las olas en su pequeño faro, y la verdad, genera MUCHO respeto.
Allí mismo, nos recomendaron subir el Monte Tecla, una montaña que está en lo más alto del pueblo y desde las vistas son hermosas, si y sólo si, hace un buen día.
En lo más alto del Monte Tecla, a 341 metros de altura se hallan las ruinas de una civilización de entre 3000 y 5000 personas, pero si quieres saber la historia de este sitio, lo recomendable es subir y pasear con la visita guiada gratuita que hacen dos veces al día.
A modo informativo, las vistas del lugar valen mucho la pena, pues desde allí es posible apreciar la desembocadura del río Miño hacia el océano Atlántico, dejando del lado del Monte a España, y del lado contrario a Portugal.
Esta misma desembocadura, la puedes disfrutar a pie de playa, en Muiño. Nosotros decidimos no hacerlo porque la temperatura y el día no nos acompañó para quedarnos allí, por lo que nuestro viaje continuó hasta Tui.
Tui
De A Guarda a Tui no hay más de media hora de camino, por lo que rápidamente llegamos a Tui y nos encontramos un día miércoles con el mercadillo. Una tradición española que mueve montañas de personas para vender, comprar y disfrutar del ambiente que surge cuando hay mercadillo en la ciudad.
Tras aparcar, atravesamos andando el lugar hasta llegar a la catedral. Una enorme construcción en medio de diminutas y peatonales calles que no te advierten que al girar la siguiente esquina está esa inmensa catedral.
Tui es un pueblo bonito, pequeño, con un paseo por el río y un ambiente muy agradable, por lo menos en verano.
Desde allí, puedes cruzar a Portugal y visitar todos los sitios de interés que el tiempo te permita. Desde la frontera hasta Oporto solo hay una hora y media de recorrido, y aunque nosotros decidimos dar la vuelta en Tui, comparto por aquí las recomendaciones que nos hicieron llegar a nosotros para explorar esta zona de Portugal: Valença do Minho, Vila Nova de Cerveira, Viana do Castelo y Braga.
Que experiencia tan bonita, conocer nuevos lugares y costumbres. Probar esa deliciosa gastronomía, sin prisas, a lo que el cuerpo va pidiendo… Enhorabuena!!
Gracias Alexandra por tu comentario 😊
Efectivamente, poder viajar, conocer, probar la gastronomía del lugar y tener la libertad de descansar cuando el cuerpo lo pide, es uno de los placeres de la vida.
Tendríamos que viajar más y pensarlo menos 🤣